miércoles, 23 de septiembre de 2015

35 Etapa TCN / Palafrugell - Palamós

El  otoño estaba llamando a la puerta, pero el verano se resistía a abrirle... Así empezaba la 35 etapa de la TCN, con unas condiciones 100% aptas para disfrutar de la costa brava.  Antes de empezar, todo apuntaba maneras con playas semidesiertas, buena temperatura, sol, poco viento, mar rizada... pero lo mejor estaba por ver.

Poco más de 30 nadadores con ganas de mar disputaron esta etapa que pretendía unir LLafranc con Palamós, uno de los rincones mas bonitos de la costa brava.


Tras organizarnos en grupos, me tiré al agua y empecé a dar las primeras brazadas. Me sorprendió lo increíblemente limpia y clara que estaba el agua. Ante mis ojos tenia la evidencia de que hoy iba a disfrutar muchísimo. Por delante tenia un recorrido totalmente nuevo para mi, pero al que volveré con snorkel para eclipsarme las horas que haga falta.

Todo y que nos organizamos para ir en grupos grandes, los primeros 2km los hice compartiendo las brazadas únicamente con un cachalote de gran corazón llamado Miguel Angel ;) Ritmo cómodo dónde no importaba el tiempo, sino no perder ni un detalle del entorno en el que estábamos.

Recorrido a próximo a las rocas y acantilados, fondos rocosos, erizos, estrellas de mar, poseidonia, bancos de peces de todo tipo y tamaño que abrían paso a nuestras brazadas... Una experiencia única que deja claro que nadar en el mar no es sólo deporte, sino un regalo para los sentidos y la mente. Dónde la mínima expresión de interactuar con el entorno en igualdad de condiciones, produce un gran placer y sensación de bienestar.


Al cruzar la playa de Calella de Palafrugell dimos con un grupo más grande encabezado por Rudy. A partir de ese momento, la natación se convirtió en excursión acuática por todos los rincones más bonitos o emblemáticos de la travesía.


Banyera de la Russa, Vedell, Massoni, la Foradada, Cap de Planes... Magníficos entornos que no sólo eran bonitos, sinó que sorprendian por la cantidad de vida y riqueza marina que albergaban.


Uno de los momentos más místicos fue travesar la roca foradada. Tal era la belleza del lugar que no sabía a dónde mirar.


Según el reloj, llevábamos algo más de dos horas nadando, me empezaba a notar algo cansado pero no quería terminar esta aventura. Al llegar a la Agulla de Castell, se empezó a ver el fin de la travesía. Habrá que repetirla pues muchos éramos los que coincidíamos en que esta había sido la mejor hasta la fecha.


Últimas brazadas, tocar la orilla y conocer al pequeño Unai. Poder chocarte los cinco y verte sonreír fue toda una alegría después de todo lo sucedido. Has dejado claro que eres todo un luchador y que ninguna dificultad va a detenerte. Hasta pronto campeón :)


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